Cuando
los españoles con base en la violencia se instituyeron definitivamente
en nuestro territorio, nos impusieron muchas costumbres, ritos,
y aficiones que traían consigo. En tiempos coloniales cuando ya
nos habían legado infinidades de sus tradiciones, algunas con
tintes paganas, como la conmemoración de las fiestas religiosas
en honor a un santo patrono, hecho preestablecido según el santoral
- El santo correspondiente era el que regía el día de fundada
la población - , conjuntamente surgió en la zona la afición por
las peleas de gallos finos. Estos animales de bella estampa esconden
tras de sí un instinto asesino que los conlleva siempre a arremeter
contra el adversario, su veracidad y el honor con que hacen respetar
su casta ha conducido a muchos seguidores suyos a dedicarse de
manera minuciosa a su cría, desde su nacimiento hasta su muerte
natural o en combate, de tal forma que hasta ha causado disoluciones
de hogares por el abandono del marido a la mujer por su total
consagración a los animales en mención.
A través del tiempo el hombre ha sido un fiel admirador de la
estirpe de esta raza, al punto de dedicarse a él disponiendo de
todos los medios a su alcance, con la finalidad de mejorar cada
vez más sus virtudes innatas de guerrero. Además de hacer gala
de su gallardía hasta la muerte, el gallo con su canto madrugador
se ha constituido para nosotros en el signo señalizador del comienzo
de un nuevo día, al igual que en su canto se entrelazan mensajes
proféticos capaces de alertar al hombre en el sentido que es asechado
por el mal, hasta se comentan que predicen catástrofes naturales:
Terremotos, huracanes, etc.
ORÍGENES
Los gallos finos de nuestra región fueron traídos por los españoles
en época de la conquista pertenecen a la raza banquivoide - gallos
gallus -, del grupo de los galliformes domesticados en la India
y en Sumatra, donde aún conviven diversos tipos de gallos en estado
salvaje.
Cuando los griegos extendieron sus dominios a Asia, se encantaron
con los galos finos y los llevaron a su territorio.
Progresivamente fueron reemplazando por las riñas de gallos las
horrorosas escenas que realizaban en los circos donde los gladiadores
luchaban a muerte satisfaciendo el sadismo de sus superiores.
Según investigadores de Tomás Darío Gutiérrez, fue el griego Temistocles
quien incorporó a la cultura, para herencia de muchos pueblos,
las riñas de gallos, al instituirlas como celebración anual en
Grecia.
De los griegos, esta afición la heredaron los romanos, y estos
durante la extensión de su imperio la transmitieron a la Península
Ibérica, desde donde los españoles, en momentos de la conquista
la trajeron a América.
Tal vez uno de los primeros conquistadores en traer gallos a nuestro
continente fue Gonzalo Jiménez de Quezada quien llegó a estas
tierras en 1536 a través del puerto de Santa Marta. Para esa época
se cree que también llegaron los gallos a Riohacha, desprendiéndose
de aquí que estos hermosos animales están en Valledupar desde
su entrada a América.
Sipnósis histórica de las riñas de gallos en Valledupar
Las riñas de gallos en Valledupar datan de la colonia cuando generalmente
se realizaban en el plano de las fiestas religiosas o en tiempo
de Navidad, haciéndose famosos los cruces entre los incipientes
galleros del Valle de Upar con los de San Lucas del Molino, Becerril
del Campo, Espíritu Santo (Codazzi) y Santo Tomás de Villanueva,
donde las apuestas no giraban en torno al dinero sino a pago en
especies: Productos de pan coger o anímales domésticos.
Para el siglo XIX Valledupar contaba con una gallera construida
en el patio de la casa conocida hoy como “El balcón de los Maestres”,
mientras en las poblaciones vecinas continuaban realizándose riñas
en las calles, en los patios o en las plazas públicas; lo que
viene a darle a nuestra ciudad el status como la más organizada
en este tipo de espectáculo.
Según informaciones del gallero Darío Pavajeau Molina, su bisabuelo,
don Tomás Pavajeau, de origen francés, en la década de 1870 estableció
en la plaza principal un negocio comercial denominado “Guatapurí”,
en cuyo patio construyó una gallera. Don Tomás era hijo del entonces
Cónsul de Francia en Cartagena Don Juan Pavajeau, decidió fijar
su residencia en Valledupar, donde legó a su familia su pasión
por los gallos: Su hijo Juan Bautista, su nieto Roberto y su bisnieto
Darío, son un claro ejemplo de lo que escribimos. Lo anterior
nos confirma que en Valledupar las riñas de gallos como en otros
lugares del mundo, fue al principio una forma de diversión propia
de la alta clase social, que con el transcurso del tiempo se fue
popularizando.
Otros investigadores confirman lo anterior, afirmando que en tiempos
pasados el redondel estaba situado en los traspatios de las casas
coloniales, propiedad de las familias distinguidas, las riñas
permitían el regocijo de la servidumbre. “La Cacica” nos recuerda
que en épocas recientes Alfonso Pimienta Arregocés administró
durante décadas la vieja gallera vallenata, ubicada en la antigua
calle San Cayetano casa de por medio con el panóptico conocido
como “ El mamón” y donde los domingos de reunían los hombres del
pueblo para observar o apostar, casi siempre bajo la severa vigilancia
del permanente juez de las riñas, don Santander Araujo. Años después
la valla para las riñas de esa gallera fue trasladada al barrio
Gaitán, administrada por los hermanos Rafael, Víctor, Cesar y
Ezequiel Maestre Acosta, bajo el nombre de “Club Gallístico” hasta
cuando fue trasladada al traspatío de la casa del matrimonio de
Don Miguel Yaneth y doña Carmela Molina, donde se realizaron encuentros
apoteósicos. Don Miguel fue un apasionado por los gallos, fue
tanta su devoción que su nombre como criador y conocedor de estos
animales traspasó las fronteras, fue considerado uno de los mejores
calzadores e incluso dio origen a una generación connotada de
galleros que nació y creció bajo sus sabias orientaciones, entre
otros; Darío Pavajeau Molina, Lucas Monsalvo Araujo, José María
“Chema” Castro, Celso “Checho” Castro Castro, Carlos Liñán, Salomón
Saad, César “EL Negro” Morón, Lucas y Arturo Monsalvo Villazón,
Orlando Navarro, Jorge Názaris.
Coliseo Gallístico Miguel Yaneth (Diag. 20 No. 19-55)
En 1969, los galleros Tirso Maya, Lucas Monsalvo, Luía Alfonso
Baquero, Hugues Rodríguez, Manuel Gutiérrez Acosta, José Bolívar
Mattos, Darío Pavajeau Molina, Salomon Saad, Rodolfo Maestre y
Eduardo Mattos; contrataron los servicios del arquitecto Raul
López Araujo, para que diseñará y construyera un coliseo gallístico
que estuviera a la altura del acelerado y pujante desarrollo de
Valledupar. Tres meses después la obra estuvo lista y le dieron
el nombre de quien fuera el más eximio exponente de esta pasión,
Miguel Yaneth, fallecido en 1967. El coliseo gallístico Miguel
Yaneth de Valledupar es considerado como uno de los mejores y
más hermosos de Latinoamérica, varias cuerdas de otras ciudades
han copiado sus planos. Por ella han desfilado galleros procedentes
de Cuba, Puerto Rico, Panamá y Venezuela y de todos los departamentos
costeños de Colombia, además de Antioquía. Ya se volvió costumbre
la temporada gallística en Valledupar paralela al festival de
la leyenda Vallenata, desde el 28 de abril hasta el 1º de mayo.
Como dato anecdótico el 29 de abril de 1986 se efectuaron 88 riñas
en un solo día, estableciendo un récord en la Miguel Yaneth.
La versión de Darío Pavajeau Molina
“Nuestra cría es de tradición española. El punto de los enrases
era el mojan, existiendo mucho la pluma camagüey y la pinta dominó.
Esas razas traídas de Venezuela penetraron a Riohacha y se extendieron
a Barrancas, San Juan, Villanueva, llegando a Valledupar, donde
se ha dado el mejor criadero de gallos finos. Posteriormente llegaron
otras razas de origen cubano que entraron por Fundación, cuyos
enrases lo hicieron Benjamín y Atanacio García y un señor de apellido
Perné, quienes entraron a Valledupar con ejemplares de gallos
puros, dejando en nuestra región gallos padres que con nuestros
criollos seleccionaron grandes gallos de pelea y que más tarde
se ha continuado mejorando la raza, hasta el punto de que hoy
tenemos tan buenos gallos como en España y en otro lugar del mundo”.
En Valledupar hubo gallos famosísimos de origen venezolano como
“La turbina” de Yin Daza, Puya de paja” de Jacobo Daza, “Guarecú”
de Andrés Becerra, “Charrito” de Miguel Yaneth, de origen cubano,
como “Arranca Pluma” de Benjamín García, “Quinina” de Perné, “El
colú” de Atanacio García.
Bajo el concepto de gallero se conoce al propietario de cuerda
o gallería (sitio donde se cuidan o entrenan gallos), de aquí
se desprenden otras expresiones como criador o enrazador, el entrenador
el simple aficionado que no apuesta sino que se divierte, el gallero
completo, cuya vida gira en torno a los gallos: enraza, cría,
cuida, entrena calza y hasta suelta el gallo en la valla.
Para Reflexionar
Aunque las sociedades protectoras de anímales a nivel mundial
insisten en desaprobar las peleas de gallo fino vale la pena anotar
que estos animales por instintos nacen predispuestos para combatir
y sí se encontrarán por casualidad en un estadio natural harían
los mismo que hacen en un coliseo: Vencer o morir ante el adversario.
En este mágico mundo de sana diversión la palabra está por encima
de cualquier consideración, el verdadero gallero no firma letra
ni pagaré, con su “Palabra de gallero”, basta. Por eso esta afición
es para hombres de honor, serios y honrados a toda prueba.
Las concentraciones de gallo no son permanentes sino que tienen
su época: Diciembre en: San Diego, San Juan, Patillal, Manaure;
febrero en Villanueva, Abril en Valledupar, mayo en Pivijay.
Un gallo fino de pelea es coprotagonista de la obra del Nobel
Gabriel García Marqués “El Coronel no tiene quien le escriba”,
sí mismo el escritor mexicano Juan Rulfo se inspiró en ellos anímales
y le dejó a la literatura la obra “El gallo de Oro”
Casi siempre el ambiente de una riña de gallos se termina confun-diendo
con una buena parranda vallenata.
El Gallo Fino de la Música Vallenata
Por todos los elementos que hemos relatado entre otros, su valentía
su estampa, 6el gallo ha sido fuente inspiradora de los compositores
vallenatos. En algunos temas los autores establecen un símil entre
ellos y el animal para exteriorizar su ego, entre otros exaltan
al gallo como tal cual es, un animal de casta; entre otros es
comparado con notables artistas y otros hasta o equiparon con
ilustres personajes de talla presidencial.
Algunas canciones cuyos protagonistas son los gallos:
El gallo tuerto (José Barrios)
El pollo vallenato (Luís Enrique Martínez)
Los gallos de Pivijay (Armando Zabaleta)
El Gallo Caraballo (Luís Enrique Martínez)
EL Gallo Jabao (Luís Enrique Martínez)
EL Gallo Viejo (Emiliano Zuleta Baquero)
Gallo Viejo (Emiliano Zuleta Díaz)
López El Pollo (Rafael Escalona)
La muerte del buen amigo (Julio Oñate Martínez)
El Cordobés (Adolfo Pacheco)
El Gallito (Leandro Díaz)
El Gallo Jugao (Luís Enrique Martínez
El
Viejo Pollo (Enrique Díaz)
Pico y Espuela (Emiliano Zuleta Baquero)
El
Gallo y el Pollo (Diomedes Díaz)
El
Gallo Negro (Beto Rada)
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